Pecios del Mar Rojo: bucear en el Dunraven
El mar Rojo es uno de los paraísos del submarinismo, y en especial para los amantes de los pecios. La cantidad y variedad de barcos hundidos que te puedes encontrar tanto en la ruta norte como en la sur, y muchos de ellos a muy poca profundidad, hacen que el buceo en el Mar Rojo cobre otra dimensión al sumergirnos entre estos trocitos de historia que son los pecios.
La historia del SS Dunraven
El Dunraven fué un barco grande y veloz para su época. Construido en el astillero Mitchell de Newcastle en 1873, era un barco de carga con capacidad para 1600 toneladas, de 82 metros de eslora y 10 de manga, con propulsión mixta de vapor y velamen, que solía hacer la ruta de las especias entre Bombay, en la India, e Inglaterra, con cargas de maderas preciosas y algodón principalmente, para la compañía Milburn, de Londres, y suministrando a la ida productos manufacturados a la colonia.

Su carrera fue corta, pues en marzo de 1876, solo 3 años después de ser botado, chocó contra el extremo sur del extenso arrecife de Shaáb Mahmud, en el lugar hoy conocido como Beacon Rock, hundiéndose irremisiblemente.
Dice la leyenda que el barco se hundió debido a una pelea entre el capitán y el primer oficial, al descubrir el capitán que su mujer le era infiel con este. Se dice que el capitán se emborrachó, y que despechado, se fue a dormir a su camarote sin indicarle al primer oficial la ruta a seguir, lo que provocó la colisión ante la cual un inexperto oficial no supo estar a la altura.
Sin embargo, sin hacer caso a estas leyendas, nos encontramos al capitán Edward Cares, de 27 años, al mando de su navío y con una tripulación de 25 hombres a su mando, en camino de vuelta de la India hacia Liverpool. Tras una veloz travesía por el índico y una escala en Adén para reponer carbón para la larga travesía que le quedaba por delante, el Dunraven se internó en el Mar Rojo.
El mar estaba en calma y navegaban a buena velocidad. En el horizonte, el primer oficial identifica dos luces como la isla de Shadawan y el faro de Ashirafi. A las 2 de la mañana el capitán se retira a su camarote, cediendo el mando a su segundo. Este aprovecha para trazar de nuevo el rumbo, verificando la ruta, cuando se da cuenta que si las luces del horizonte eran las que el había identificado, ya deberían haberlas dejado atrás, mientras que segía viendolas. Alarmado, despierta al capitán, que sube al puente muy alterado, ya que a pesar de su corta edad, es marino experto y sabe que los arrecifes del mar rojo son tremendamente traicioneros. Tras intentar definir su posición con exactitud, manda corregir el rumbo y dirigirse al norte.

Minutos despues, en plena noche, los vigías observan un objeto oscuro en el agua. El capitán ordena parar máquinas pero en ese instante el Dunraven arremete contra el arrecife, abriendose una brecha en el casco. El capitan intenta achicar el agua de las bodegas, pero el barco está perdido sin remedio y en un par de horas el barco se encuantra ya semihundido, por lo que a las 5 de la mañana, da orden de abandonar el buque. No se sabe muy bien si su hundimiento fue rápido, como parecen indicar los graves desperfectos en su casco, partido por la mitad, o si bién, como señalan algunos testimonios, el buque permaneció durante varias horas en el arrecife hasta que una de sus calderas se incendío, lo que provocó que estallara la carga de algodón, partiendo el barco en dos, y que terminara deslizándose por el arrecife, donde hoy descansa boca abajo, con el casco hacia arriba, en un fondo plano entre los 20 y los 30 metros de profundidad.

La tripulación fue rescatada ilesa tras 10 horas a la deriva en los botes salvavidas, cuando un pesquero local les recogió. En el juicio por la pérdida del barco, tanto el capitan Cares como el primer oficial fueron encontrados culpables del hundimiento y responsables de la pérdida del buque tras confundir las luces en el horizonte con el faro de referencia, y fueron condenados con la pérdida de su licencia durante un año y una degradación en sus rangos, aunque ambos pudieron seguir navegando.
Tras el juicio, comenzó la leyenda del Dunraven, ya que al encontrarse en el momento del choque el capitán recalculando su ruta, y tardar 10 horas los supervivientes en ser recogidos, no fue posible determinar el lugar exacto del hundimiento y el barco permaneció perdido durante casi 100 años, hasta que en 1977 fue descubierto por buzos del centro de buceo Red Sea Divers.
El barco fué identificado tras mucho trabajo y en unas circunstancias un tanto difíciles (debido a la guerra entre Egipto e Israel y la conquista del sinaí) en 1979 por un equipo de la BBC Británica que grabó un documental sobre el mismo, rescatando del pecio numersosos restos, cubertería y porcelanas que permitieron ponerle nombre tras una minuciosa investigación, tras creer en un principio sus descubridores que podía ser un barco que trasportaba oro y suministros para los rebeldes beduinos del mítico Lawrence de Arabia en su lucha contra los turcos en la primera guerra mundial, quizás interesadamente, ya que un barco de esas características indudablemente atraería a buceadores de todo el mundo. La pista que lo descartó fue una botella de soda de la marca Leen encontrada en el buque, ya que esta empresa cesó en su actividad en 1880. Con este dato, y tras examinar los archivos de la Lloyd´s sobre barcos desaparecidos por la zona en aquella época, se optó como opción mas probable el Dunraven, lo que fue confirmado al quedar al descubierto gracias a un trabajo con siera giratoria en la zona de popa, el nombre del buque en relieve.
Buceo en el Mar Rojo: la inmersión en el «Dunraven»
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Muchos no consideran este pecio como digno de ser visitado, pues su posición con la quilla hacia la superficie, hacen que no tenga la espectacularidad o el juego de contraluces que podemos observar en otros pecios cercanos como el Carnatic, el Ghiannis D o el mítico Thistlegorm. Sin embargo, para el buceador con buen ojo y que se toma su tiempo para inspeccionar con cuidado alla donde bucea, este pecio puede albergar muchas sorpresas.
El casco se encuentra cubierto por corales blandos, encontrándose a solo 18 metros de profundidad en la parte de la proa, impresionantepor su tamaño. Es posible la penetración en el pecio por la popa, tran inspeccionar su enorme hélice de bronce (donde veremos que una de sus palas se ha caido por ser usada como punto de amarre por los safaris) y su timón, a 30 metros de profundidad, siendo esta la parte mas profunda de la inmersión. La penetración por la popa no reviste ningúna dificultad, siempre que llevemos una iluminación adecuada y extrememos las precauciones, pues no debemos olvidar que es un barco que lleva 140 años hundido, y que el riesgo de colapso siempre existe.
En el interior del pecio podemos observar dos grandes calderas entre las que pasaremos y la sála de máquinas, donde distinguimos perfectamente los engranajes, el arbol de dirección, engranajes y diversa maquinaria, entre bancos de «glassfish», permanentes moradores del pecio en la zona de popa, mientras que la zona de proa, aunque la penetración es posible, no reviste mayor interés.

Los mástiles se encuentran al costado del navío por el lado de estribor, y en la zona de proa encontramos secciones enteras de la cadena del ancla, motivos que los fotógrafos apreciarán para primeros planos con el casco del barcos de fondo, siendo frecuente encontrar en estas zonas peces león, peces cocodrilo y grandes bancos de peces murciélago e incluso pelágicos o delfines los días de ligera corriente.
La inmersión es mejor comenzarla recorriendo el casco hacia la popa entre el pecio y el arrecife, y realizar la penetración por la zona de popa hasta la zona media del barco donde se encuentra la salida, lo que permitirá que a partir de la hélice toda la inmersión sea una suave pendiente en ascenso. Las corrientes suelen ser leves, la visibilidad buena, y el arrecife proporciona un lugar entretenido para realizar la parada de seguridad cuando nuestro consumo nos indique que es hora de finalizar la inmersión, ya que Beacon Rock es un punto que gracias a las leves corrientes, suele albergar mucha vida.
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